Guía turística de Puerto Rico, el Viejo San Juan

San Juan en Puerto RicoHoy visitamos con esta guía tirística la parte más antigua de la capital de Puerto Rico, el Viejo San Juan, un Patrimonio de la Humanidad cuidado con mimo, que muestra orgulloso sus altivas fortalezas, sus recoletas plazas, sus callejuelas adoquinadas y sus fachadas coloniales de amplios balcones, ventanas con reja y un sinfín de colores.

La configuración militar de San Juan surgió del empeño de un monarca español, Felipe II, quien convencido de su estratégica situación en el tráfico comercial de metales preciosos con la metrópolis, convirtió a este enclave caribeño en una ciudad fortaleza que pudiera resistir los embates de corsarios y piratas europeos.

Lo primero que llama nuestra atención, antes incluso de cruzar el puente que franquea el foso seco, es la bandera militar española, conocida como «Cruz de Borgoña«. El mencionado estandarte se utilizó durante los siglos XVI, XVII y XVIII para identificar barcos de batalla, fuertes y regimientos leales al rey de España.

Dejamos atrás la plaza en la que la guarnición desfilaba, para descender hasta la batería principal de El Morro, la de Santa Bárbara, nombrada así en honor a la patrona de los artilleros. Después de comprobar la utilidad de las plataformas de fuego, las troneras y las garitas, nos situamos a nivel del mar, en un puesto desde el que los cañones podían averiar los cascos de los barcos enemigos que tratasen de entrar en la bahía.

Parados sobre esta zona que recibe el nombre de batería flotante, parecen acudir a nuestros oídos las voces de los soldados españoles, mezcladas con los cañonazos de la artillería que repelió el ataque de los galeones de Sir Francis Drake allá por el 1595. Este infame «lobo de mar» intentaba apoderarse de un enorme cargamento de oro y plata que se almacenaba en La Fortaleza.

Tres años más tarde y con el propósito de hacer de San Juan una base inglesa permanente, Sir George Clifford, conde de Cumberland, llegó en su barco «El Azote de la Maldad» junto con otros 19 navíos y consiguió desembarcar y hacerse con la ciudad durante unos días, hasta que una epidemia de disentería que segó la vida de 400 soldados ingleses, les obligó a dejarla.

El saqueo llevado a cabo por Cumberland hizo patente la necesidad de proteger la ciudad por tierra. Con ese motivo se levantó el fuerte de San Cristóbal que con el tiempo se convertiría en el castillo más grande construido por los españoles en las Américas.

Con la seguridad que da tener las espaldas cubiertas, nos disponemos a explorar los rincones con más encanto del Viejo San Juan que, dicho sea de paso, tiene las dimensiones perfectas para un recorrido a pie. Ahora bien, si el calor aprieta, es aconsejable un paseo en trole para no acabar fatigado, o chavao, como dicen los lugareños. Lo que no resulta en absoluto recomendable es alquilar un auto, porque dejando al margen la estrechez de las calles y los innumerables atascos, parquear, es decir estacional, si atendemos al musical acento caribeño, se puede convertir en una misión prácticamente imposible.

Hechas las oportunas aclaraciones, empezamos nuestra andadura por San Juan en un lugar plenamente vinculado a su fundador, Juan Ponce de León, el primer gobernador de Puerto Rico. Visitamos la iglesia de San José, que es la segunda más antigua de las Américas. Sin movernos de la plaza de San José, tomamos contacto con la calle San Sebastián, una de las más conocidas de San Juan.

Como lo haría un bajel pirata, desplegamos velas y abandonamos esta calle hasta alcanzar los muelles del Viejo San Juan. Pero antes de embarcar en busca de los favorables vientos alisios que tal vez nos impulsen hacia un puerto más fácil de abordar, nos dejamos llevar por el ajetreo de la plaza de la Dársena, donde nunca faltan los artesanos y los puestos de piraguas, esa especie de granizado compacto que tanto refresca después de una larga jornada.

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Crédito imagen: Dmitry K

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