Ruta turística por Guadalajara
Guadalajara en una Una provincia que nos lleva al antiguo reinado de Alfonso VI, en el s. XII, cuando el arte románico rural hacía acto de presencia en Castilla con la primera repoblación cristiana. Una puerta abierta al viajero deseos de conocer un rico patrimonio arquitectónico y artístico, además de las costumbres y tradiciones de unos habitantes que destacan por su simpatía y hospitalidad.
Siguenza y su huella medieval
Comenzamos nuestra escapada por Sigüenza. Para ello nos tenemos que desplazar al Valle de Linares, a poco más de 80 km del norte de Guadalajara. Un lugar donde la historia se detiene para mostrarnos los momentos clave de lo que es hoy Sigüenza: su inicial fundación por los celtíberos,su dominio árabe, su reconquista en el s. XII y sus largos siglos de señorío episcopal hasta el año 1800. Visitar esta localidad de carácter medieval supone realizar un entramado de arte e historia, de templos e iglesias, de edificios nobles y del recuerdo de su desbordante renacimiento.
Parada obligatoria es su castillo, que ha albergado a personajes tan ilustres como los Reyes Católicos, su hija Juana «la loca» y Dña Blanca de Borbón. Hoy esta fortaleza sigue acogiendo a cientos de personas, ya que el gobierno lo convirtió en Parador Nacional de Sigüenza.
Palazuelos y Carabia
Para desconectar de los ruidos de las grandes ciudades y olvidarse de todo, aunque sólo sea por unas horas, no hay otro lugar como Palazuelos. Es conocida como la pequeña Ávila por el pintoresco conjunto amurallado que constituye. Evidentemente de dimensiones reducidas, pero no por ello deja de ser una villa fortificada con castillo incluido, con todas las características de un lugar tranquilo.
Otro remanso de paz es Carabias. Aquí se puede degustar un verdadero sabor a pueblo, gracias en gran medida a la jornada de serenos paseos que se pueden dar entre los rebaños de ovejas que pastan en sus alrededores.
El Castillo de Atienza
Y tras el relax nos dirigimos a la noble y muy leal villa de Atienza. Su símbolo es el castillo, erigido a más de 1.100 metros sobre una gran roca, cualidad que le ha valido el apodo de «castillo roquero». Disfrutar de las vistas que ofrecen sus torres son todo un privilegio. Desde allí, justo a sus pies, se ve el peculiar Cementerio de la Villa.
También es una delicia caminar por los soportales de la Plaza del Trigo, también llamada del Mercado o de Pascual Ruilópez. Un rincón encantador de Atienza, que conserva su estructura medieval.
Pero Guadalajara no es sólo un paraje tranquilo donde deleitarse viendo arte. Es a su vez un paisaje donde perderse en los bosques de quejigos, arces, enebro, encinas, sabinas y plantas aromáticas que albergan sus pueblos de Pelegrina, Cabrera e Imón. Tres localidades que únicamente se llenan en la temporada de caza, cuando los cazadores paran en ellas para reponer fuerzas.
El resto del año Pelegrina, Cabrera e Imón son auténticos escenarios de paz y tranquilidad, que ofrecen la valiosa oportunidad de vagar bajo el vuelo de aves rapaces como el buitre leonado, el águila imperial, el halcón común y el búho real, que tanto filmó Félix Rodríguez de la Fuente, personaje admirado por sus gentes.
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