Santillana del Mar en Cantabria

Buscar la descripción del lugar por su nombre es algo inútil, ya que como bien dice el dicho popular Santillana del Mar no es un lugar que se encuentre en el mar y tampoco es una ciudad llana ni santa. Si algo define a esta localidad es su carácter medieval, su capacidad para evocar tiempos pasados. Al oeste de Cantabria, esta villa contiene más de un motivo para visitarla, por ejemplo, el museo de Altamira, la neocueva o el museo diocesano.
A sólo tres kilómetros de Santillana del Mar se encuentra el museo de Altamira, que nos remite a un pasado en apariencia muy lejano, pero en realidad, mucho más cercano de lo que imaginamos.
Por ejemplo, cuenta José Antonio Laceras, director del museo, que las personas que vivían en Altamira eran físicamente como nosotros, con una buena alimentación a base de carne, pescado de los ríos, marisco y pescado del mar y abundante verdura. Tenían un buen confort de vida, e intelectualmente, neurobiológicamente, eran también como nosotros. Lo que existía lo conocían y lo incorporaban visual y simbólicamente, como refleja su arte.
En el museo de Altamira todo está pensado para que el/la visitante comprenda cómo era la vida de quienes habitaron en esta zona hace unos 15.000 años. Para lograrlo, se han creado una serie de talleres que ayudan a entender de forma práctica las dificultades de la vida en aquel entonces. Actividades aparentemente tan simples como hacer fuego se convierten en todo un mundo para los visitantes. Una vez conseguido hay que avivarlo y cuidarlo para que no se apague, la tarea resulta más difícil de lo que parece.
Otra costumbre era pintar sus cuevas. Las labores de conservación de las pinturas han obligado a cerrar las puertas de la gruta original a los visitantes. Como alternativa, el museo de Altamira, ofrece la posibilidad de visitar la «neocueva». En ella encontramos réplicas milimétricamente exactas a las de Altamira, y la roca artificial en la que está hecha es en un 80 % natural, igual que la original. El arte está hecho con las mismas técnicas, procedimiento y pinturas que entonces.
Una vez que se hace el recorrido completo por la neocueva, pasando por las salas en las que encontrarás multitud de objetos reales de la época, exposiciones multimedia explicativas, fotografías, etc, llega la hora de volver a Santillana del Mar. Si el cuerpo requiere un descanso, los mejores sitios son los paradores de Turismo, en este caso, te recomendamos el Parador de Gil Blas de cuatro estrellas, o su anexo, de los mismos dueños, el de Santillana, de tres estrellas. Y antes de dejar Santillana del Mar, un último consejo. No te vayas sin probar un cocido montañés, un deleite de comida y una receta mágica para reponer fuerzas.
Con el estómago lleno nos despedimos de Santillana del Mar, una tierra anclada en el pasado y que nos transmite que las distancias en el espacio y en el tiempo no son tan grandes. Han pasado muchos años desde aquel hombre de Altamira y desde los primeros habitantes de Santillana del Mar, pero el hombre actual se encuentra culturalmente en el mismo lugar. El progreso tecnológico es notable pero las formas de disfrutar apenas han cambiado. El arte, el relax y el buen comer siguen siendo valores universales muchos años después
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